Faraday: El Padre De La Electricidad O Cómo Enseñar Química Con Una Vela

 

Siempre me ha fascinado el tesón, la intuición y la capacidad de trabajo de muchos científicos inspiradores sin los cuales el  mundo no sería en absoluto como es. Además, si se une su capacidad didáctica y divulgadora, aún su figura resulta más atractiva.

Es el caso de Michael Faraday (1791-1867), el magnífico científico, físico y químico inglés que, sin pisar la universidad para estudiar,  es considerado como el padre de la Electricidad.

Al proceder de una familia muy humilde tuvo que ponerse a trabajar muy joven. Entró a trabajar como aprendiz a los 14 años en un taller de encuadernación en Londres y allí pudo acceder a la Enciclopedia Británica de principios del siglo XIX. De esta forma adquirió conocimiento científico: de manera totalmente autodidacta llevado por una inteligencia y curiosidad natural impresionante.

En los ratos libres se dedicaba a seguir instruyéndose, leyendo todos los textos científicos a su alcance, tomando notas, estudiando y asistiendo a conferencias (una forma muy habitual de comunicar el conocimiento en el siglo XIX).

Fruto de estas sesiones de conferencias del prestigioso Humprey Davy, le mandó a este maestro de la química sus completos y fabulosos apuntes. Davy se mostró gratamente sorprendido y consiguió convertirse en su aprendiz debido a la casualidad de un accidente de Davy en experimentos con cloruro de nitrógeno que le dañó gravemente la vista.

Así se vio Faraday con 21 años convertido en aprendiz del prestigioso química en la Royal Institution.

En los dos siguientes años viajó con el insigne Davy por Europa como asistente científico. Esa era la idea, pero Faraday era considerado un advenedizo para la mujer de Davy, que nunca lo trató como a un igual.


Le obligaba a hacer tareas de sirviente y a dormir y comer con el servicio. A pesar de estos duros inconvenientes que, a veces, le hacían flaquear, aprendió mucho de los científicos que conoció en este periplo europeo.

Cuando Davy murió, ya con 40 años, ocupó su puesto en la Royal Institution y pudo dedicarse a su pasión científica e invertigadora.

Se casó e incluso fue presbítero. No tuvo hijos. También demuestra su humildad personal el hecho de rechazar los honores de la corona británica de investirle caballero. Se convirtió en una celebridad de la época.

La historia química de una vela es el nombre del libro que publicó en 1861, animado por Charles Dickens, con las conferencias navideñas que dictó durante 35 años de su vida (¡qué maravilla poder asistir!) en la Royal Institute y que se imparten con esta denominación en la actualidad. En esas charlas para jóvenes se colaba incluso el esposo de la reina Victoria.


A partir de la llama de una vela, Faraday aprovecha para  describir las diferentes zonas de combustión, la presencia de partículas de carbón presentes y para versar sobre las propiedades del oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y dióxido de carbono.

Sus famosas Leyes de Faraday para la Electrólisis son objeto de estudio para los bachilleres de la actualidad. También le encantaba experimentar con imanes y descubrió cómo transformar el movimiento en electricidad (como la dinamo de una bicicleta). El transformador se basa en sus investigaciones con la electricidad.

Además descubrió el compuesto orgánico benceno y la famosa Jaula de Faraday, pero eso ya es otra historia para contar en otro post.




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