Leonhard Euler (1707-1783) nació en Basilea (Suiza, la ciudad de la que también es oriundo el tenista Federer) tal día como hoy hace 306 años.
No sé si será el matemático más importante de todos los tiempos, pero se trata, indudablemente, del más prolífico y su contribución a las Ciencias Exactas ha sido valiosísima.
Era el hijo mayor de un pastor calvinista y su madre, a su vez, era hija de otro pastor calvinista. La familia se trasladó a la ciudad de Riehen, donde Leonhard pasó su infancia. A los 13 años se matriculó en la Universidad de Basilea, donde residió en casa de su abuela materna. Su precocidad era palpable: a los 16 años recibió el título de Maestro de Filosofía. Durante esos años de adolescencia recibía clases del famoso matemático Johann Bernouilli los sábados, pues tuvo además la suerte de que la familia Bernouilli y la suya tuvieran una relación de amistad. Este gran maestro fue capaz de ver la potencialidad de su pupilo y sus grandes dotes para las matemáticas.
En 1726 (a los 19 años) obtuvo su Doctorado con una tesis sobre la propagación del sonido, cuyo nombre era De Sono.
En ese mismo año, tras la muerte por apendicitis de uno de los hijos de Bernouilli (Nicolás) que trabajaba en Rusia en la Academia de Ciencias de San Petersburgo, fue recomendado por el otro hermano, Daniel Bernuoilli, para ocupar la vacante.
Pese a que Euler aceptó el puesto, no llegó a Rusia hasta mayo de 1727. Aprendió el idioma ruso (no se le resistían tampoco los idiomas, pues estudió griego, latín y hebreo a instancias de su padre), se estableció en San Petersburgo e, incluso, se casó con una mujer rusa en 1734.
Fue profesor de Física en la Academia en el año 1731 y al abandonar Bernouilli Rusia y regresar a Basilea, Euler le sucedió como Director del Departamento de Matemáticas.
En 1741 se trasladó a Berlín por los problemas políticos en Rusia y vivió en la ciudad durante 25 años.
Federico II el Grande, rey de Prusia le ofreció un puesto en la Academia de Berlín, además de hacerle tutor de su sobrina.
Por discrepancias con el rey Federico y debido a la mejora del clima político en Rusia (tras la ascensión de Catalina la Grande), Euler es instado a retornar a Rusia para trabajar, de nuevo, en su Academia en 1766.
Vivió allí hasta su muerte en 1783. Está enterrado en el Monasterio de Alejandro Nevski.
Apasionado por su trabajo, abarcó casi todas las áreas de las Ciencias Exactas: geometría, cálculo, teoría de números, trigonometría, álgebra...
En su época de mayor actividad (entre 1727 y 1783) publicó más de 800 artículos al año.
De su extensa obra, se empezó a recuperar y publicar sus trabajos en 1911 y hasta ahora se han publicado cerca de 76 volúmenes. Se cree que toda su obra, llamada Opera Omnia podría ocupar más de 80 volúmenes.
A Euler le debemos el concepto de función matemática (la f(x) con la que os torturamos los profesores de matemáticas y que permite relacionar dos variables), la notación moderna de las relaciones trigonométricas, el archifamoso número e (base de los logaritmos neperianos), la letra griega sigma utilizada para representar el sumatorio, la letra i para representar a los números imaginarios o complejos, la letra griega pi para indicar el cociente entre la longitud de la circunferencia y la longitud de su diámetro...
Le encantaba la teoría de los números y estudió a fondo los números primos.
Fue el primero en resolver el Problema de los puentes de Köningsberg cuya solución es el primer teorema de la teoría de grafos y grafos planares.
En Matemáticas Aplicadas, su contribución en la mejora de las aproximaciones numéricas para resolver integrales se conoce como Aproximaciones de Euler.
Como podéis ver, las matemáticas sin Euler no serían lo que son en la actualidad. Laplace expresaba su influencia con la sentencia: Lea a Euler, lean a Euler, él es el maestro de todos nosotros.
Hasta el Google Doodle de hoy le homenajeaba...
Comentarios
Publicar un comentario