Se denominan bebidas isotónicas aquéllas con gran capacidad de rehidratación. Por eso, también se llaman rehidratantes o deportivas y en su publicidad nos prometen reponer el agua y los electrolitos (iones) que nuestro cuerpo pierde al sudar.
En realidad, sólo son agua coloreada con azúcar. Si observamos la composición de una botella de cualquiera de estas bebidas (Gatorade, Powerade, Aquarius...) contienen: carbohidratos o azúcares de rápida asimilación, como la malodextrina -polímero de la glucosa-; aminoácidos como la glicina, la alanina y la glutamina, que mejoran la absorción del agua; minerales como el magnesio o el calcio; vitaminas hidrosolubles, vitamina C y complejo vitamínico B; saborizantes y colorantes.
Deben contener un porcentaje del 6% de azúcares. Si contienen hasta un 10% de azúcar, entonces encajan con la denominación de refresco y pueden provocar deshidratación.
Hablando de cifras, ojo al dato: el sector de este tipo de bebidas mueve al año unos 1600 millones de dólares!!
Un estudio elaborado por la revista británica British Medical Journal, junto con la televisión pública BBC, muestra "falta de pruebas" para sostener que las bebidas isotónicas, los batidos de proteínas y las zapatillas especiales mejoren el rendimiento y la recuperación tras el ejercicio físico. Las grandes marcas mienten.
No hay evidencias científicas que apoyen la obsesión por la hidratación. Tim Noakes, profesor de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) afirma que las bebidas deportivas son una bomba de azúcar, útiles para atletas de élite, pero no para simples aficionados al ejercicio: si evitaran las bebidas isotónicas estarían más delgados y correrían más rápido.
La Academia de Pediatría de EEUU recomienda que niños y adolescentes no tomen estas bebidas por costumbre.
La solución asequible, como siempre, es la basada en el sentido común: dieta equilibrada, ingestión de agua, zapatillas cómodas y ejercicio con regularidad.
Para actividades con una duración inferior a una hora, no se debe tomar este tipo de bebidas ni antes ni después del ejercicio. El organismo tiene suficientes reservas de energía para quemar.
A no ser que se vaya a correr la maratón, o pasarse el día entero pedaleando en una bicicleta a ritmo fuerte, el agua es suficiente para evitar la deshidratación.
Si se van a realizar esfuerzos prolongados, la combinación de agua con azúcares y sales si que ayuda a mantener el equilibrio de iones en sangre.
Podemos fabricar la limonada casera (la que nos preparaba nuestra madre cuando no existía el Aquarius y teníamos dolores de tripa o gastroenteritis): un vaso de zumo de limón, 2 cucharadas de azúcar, una pizca de bicarbonato sódico y rellenar con agua hasta un litro.
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